lunes, 21 de enero de 2013

Empecé el año en tierras lejanas, pero amables.

Siempre pensé que una de las cosas más estimulantes que se puede hacer en esta vida es viajar. Cuando ves otros lugares, otras gentes, otras costumbres, te pones a ti mismo en tu lugar... no, ni yo mi cultura no somos el centro del universo. ¡Que alivio! Los problemas dejan de ser tan grandes, las dificultades se ven más pequeñas, lo inevitable pierde su caracter... hay tantos mundos, tantas opciones de vida!



Lo que mas me gusta es intuir ese ritmo de vida cotidiana que transcurre ajeno a nuestra mirada, las gentes en su quehaceres, los negocios, el mercado, las relaciones entre las personas en conversaciones apenas escuchadas... imaginar que uno es uno de ellos, que se levanta y su mercado es ese mercado, las montañas sus montañas, el dia amanece cubierto, ...hoy no veremos las cumbres, el Huascarán es en invierno cuando se muestra en todo su esplendor.





Mientras, con la mandíbula apretada contra los dientes para no mostrar que llegaría al ombligo si no se sujeta, tratamos de intuir es esplendor que ese dia no nos toca... y te preguntas, porque no vendría en invierno.... volveré sin duda... y en ese momento eres consciente de lo pasajera que será la experiencia, en unas pocas horas y ya todo formará parte del recuerdo.


En el callejón de Huaylas las cordilleras, blanca y negra, son impresionantes, pero las gentes también, y las culturas que allí se asentaron fueron magníficas.

Salimos del callejón por el Cañon del Pato. Eso si fue una sorpresa.  Un camino imprevisible lleno de imprevistos, serpenteante y difícil por unos valles infinitos. Avanzamos sin pensar, como se avanza en la vida, tratando de no mirar atrás, sino hacia adelante.


Esperando que los túneles oscuros nos conduzcan siempre hacia la luz.